jueves, 30 de julio de 2015

"SCIOLI Y MACRI DEBERÁN ABONAR LA MODERACIÓN SI LLEGAN AL GOBIERNO"

El Cronista
Cuando se ponen en juego los enconos individuales, el resultado suele ser lamentable aun si se obtiene la victoria en estas cruzadas de poca monta. Librar batallas donde hay poco para ganar y mucho para perder es en general una decisión política que nos permite ver de que madera están hechos cada uno de los muñecos de la política actual.
Vemos diversos ejemplos de dirigentes que parecen haber sostenido estoicamente una actitud que luce como la de poner la otra mejilla, pero que a juzgar por sus resultados fueron consecuencia de movimientos inteligentes.
Daniel Scioli es un ejemplo de ello, durante años fue atacado y vilipendiado por sectores del oficialismo con argumentos de los más diversos, sin que se pudiese encontrar en él una sola reacción. "Es de amianto, no tiene personalidad, tiene miedo", sindicaban periodistas y políticos que hoy miran con asombro como el Gobernador de la provincia de Buenos Aires es aplaudido de pie por la Presidenta.
No parece haber sido la paciencia sino la virtud lo que hasta aquí ha permitido que un hombre que manejaba una lancha y perdió un brazo en un accidente, se convierta en candidato presidencial más allá de todos los pronósticos.
Así las cosas, ‘Danielito‘ ahora es tildado de "imbécil", por Carrió quien suele hacer gala de una verba prolífica y una original capacidad de análisis. Seria ingenuo pensar que ella, que conoce este juego como pocos, hubiera realizado esta declaración sin conocer el revuelo que causaría, lo cual fue justamente el objetivo buscado.
Vale decir que en las configuraciones ‘amigo-enemigo’, Scioli ha demostrado saber elegir los tiempos. Sus enemigos fueron siempre los del gobierno, pero sin entrar en guerra abierta ya que para él no tenía sentido sobreactuar conflictos cuya solución no estaba en su poder y cuyo costo solo lo podía perjudicar. Hoy tiene al peronismo tradicional y a La Cámpora encolumnados detrás de su candidatura.
No es todo. Supo contener a los heridos y evitó ofender a los enemigos, no expulsó a nadie y se las ingenió para evitar rotular a propios y extraños.
En el marco de un país signado por la grieta, cultivó el perfil de moderado. No es un político de café, sino un dirigente que con su recorrido invita a revisar la soberbia de quienes tienen en su haber mas centímetros de prensa que votos propios.
El otro caso es el de Macri, que comparte la mirada sobre la gestión de los conflictos con un criterio casi oriental.
Cuando llegó al poder de la Ciudad le tenían menos fe que cuando había llegado a presidir Boca Juniors, y en ambos casos diligenció sus batallas en términos tales que la mayoría de las veces salió bien parado.
Atacado por su falta de profundidad al igual que Scioli, hace foco en una línea discursiva express, llena de referencias a casos concretos que intenta generar una empatía con el votante, lo cual no deja de ser un desafío más allá de la General Paz, para cualquier dirigente que no provenga de uno de los dos grandes partidos populares de la Argentina.
Son los términos económicos los que abrirán las puertas del conflicto central que tienen que abordar cualquiera de los dos que se alce con el poder en octubre. Aquí ya no será cuestión de posicionamiento sino de gestión concreta de una problemática que los tendrá en la primera línea de fuego.
Ambos lidiaron con batallas amargas como el conflicto docente en la Provincia, donde la buena ponderación de los maestros, aun en un conjunto de medidas de fuerza de larga duración no consiguieron hacer mella en la imagen del gobernador bonaerense; al tiempo que la batalla campal del parque Indoamericano o el escándalo de las escuchas no han sido óbice para la consolidación del proyecto político del Jefe comunal.
Los conflictos por venir se pueden dividir en dos, internos y externos. En el plano domestico deberán lidiar con un reacomodamiento de los precios relativos que dará lugar a ganadores y perdedores, abriendo un contrapunto nuevo sobre cómo reparten las cargas del esfuerzo futuro para retomar el sendero del crecimiento. El aumento de la productividad, desafío básico de toda economía, es el resultado del sacrificio sostenido de la sociedad no de un conjunto de anuncios que a todos les gustaría realizar.
El frente externo tendrá en el abordaje de la cuestión ‘buitre’ su característica principal dado que el esquema de salida que recorra el gobierno en este aspecto permitirá anticipar cual será la orientación relativa a otras cuestiones pendientes en el plano internacional que han quedado a la espera de la solución de este problema.
Con independencia del modo que adopte un candidato u otro, no cabe duda de que a partir del 10 de diciembre veremos si la moderación de las formas se convierte en un estilo de gestionar las contradicciones principales o solamente en una vía política y comunicacional para tener alineada a la tropa al momento de dar noticias que no siempre serán agradables.

sábado, 11 de julio de 2015

"VERDE, EL COLOR QUE PARECE NO MIRAR NI CELESTES NI AMARILLOS"

Perfil.com

La política del siglo XXI parece definitivamente encaminada a consolidarse como una batalla de imágenes con mensajes cortos y “a medida” del espectador. El votante pasa de este modo a ser una especie de cliente, y el pueblo se transforma en “la gente”.
En esa línea se inscriben participaciones light con una ausencia total de contenido concreto. Sobran definiciones generalistas del tipo “el armado”, “equipo”, “sumar”, “gestión”, “proyecto”, por listar algunos de los términos que se escuchan en los seudodesarrollos conceptuales que son más bien un paso de comedia obligado al que se someten los candidatos que terminan siendo verdaderos imitadores de Nicolino Locche, “el intocable” púgil mendocino que pasó a la fama por su estilo boxístico basado en esquivar con destreza inigualable los golpes del rival.
Así, los candidatos evitan las preguntas de los periodistas y responden con un set de herramientas diseñadas para decir cosas sin decir absolutamente nada.
Los problemas concretos de la vida cotidiana, que requieren soluciones igualmente concretas, aparecen como encaminados a solucionarse de manera casi mágica. Es como si nos dijeran que vamos a bajar de peso comiendo lo que deseemos, total “hay equipo” y con la “confianza” y las inversiones que van a llegar, todos vamos a “vivir mejor”. Eso, desde ya, mirando a cámara y con una sinceridad absoluta. Es más, si podemos sumarle una “historia de vida”, mucho mejor, así le damos al discurso un anclaje puntual que nos emocione.
En ese marco, prevalece la guerra de colores, donde cada fuerza política se identifica más con una escala cromática que con un conjunto de ideas y valores, lo cual deja fuera de agenda la posibilidad de discutir cuestiones concretas que hacen a la Argentina de los próximos años, y mucho más lejos aún de la de los próximos veinte años.
Verde es el color con el que pensé para identificar lo que tiene que ver con el campo y las economías regionales. Detenernos en este punto resulta interesante para formular un diagnóstico somero de la situación que viven hoy las diferentes realidades de nuestro país.
En términos de actividad económica el ISAP (Indicador Sintético de Actividad de las Provincias) que elabora la consultora Federico Muñoz y asociados da cuenta de una leve pero innegable recuperación de la actividad económica desde el cuarto trimestre de 2014 en adelante. Con leve me refiero a que no llega a ser del 1%, pero sin dudas es un cambio de tendencia. En la Ciudad de Buenos Aires los datos muestran recuperación en el sector inmobiliario respecto de mayo 2014 y una caída en la tasa de vacancia (hay menos locales vacíos) a niveles de 2011 en cuanto a locales comerciales.
Sin embargo, cuando analizamos la característica propia de nuestra economía, vemos que aún subyacen enormes diferencias: por ejemplo el ingreso per cápita de la Ciudad de Buenos Aires es siete veces el de Formosa. ¿Quién plantea programas concretos para resolver de forma sustentable estas desigualdades?
En términos de las potencialidades hoy es imposible soslayar el valor que tienen las economías regionales que, por estos días, esperan una señal concreta en materia de retenciones al trigo, por poner un ejemplo, que puede mostrar nuevamente una siembra que nos dé una de las cosechas más paupérrimas de los últimos cien años.
En el mismo sentido parece que seguimos peleados con la soja, en lugar de analizar la forma de hacer más rentable su producto derivado. Es decir, somos el tercer productor mundial, sólo superados por Estados Unidos y Brasil. En 2013 la soja generó 395 mil empleos entre directos e indirectos, gracias a la producción de nuestros campos hoy contamos con más de treinta tipos de productos accesibles en cantidad, calidad y precios competitivos. A pesar de ello tenemos con el campo, y particularmente con la soja, una relación parecida a la que existe con Messi, donde en lugar de cuidar nuestro recurso más valioso, sólo le endilgamos la culpa de todo lo que no conseguimos.
Sigue ausente en el debate de ideas la posibilidad de establecer alguna relación entre el esfuerzo y el resultado. En esta línea, Brasil, Uruguay y Paraguay ya tienen implementada una tecnología de siembra que aumenta la productividad en más del 10%. Si esto se sostiene, vamos a terminar perdiendo aquí también el tren del desarrollo.
No se trata de avanzar en la dirección fácil de la devaluación, o la eliminación de tal o cual retención. Los saltos en la matriz productiva que nos permitan agregar valor dependen de condiciones de estabilidad, que implican la chance de invertir durante un período de tiempo prolongado en actividades viables y consolidadas o en otras de riesgo, como investigación y desarrollo, generando las posibilidades de que esa inversión encuentre retornos tales que permitan que se incremente antes que irse del país.
Atraer inversiones no es cuestión de que gane tal o cual candidato, ni de garantizar rendimientos de capital propios de quienes han sido especialistas en capturar renta a cambio del esfuerzo colectivo. El desarrollo es producto de una actitud social, no de un impulso individual. Para ello es imperativo discutir todo aquello que permanece ausente del debate público, qué tipo de cambio, qué esquema impositivo, qué formato de reparto entre el capital y el trabajo, cómo promovemos la llegada de inversiones concretas y en qué sectores.
Debemos preguntarnos si queremos desarrollarnos sobre la base de una matriz productiva diversa o focalizada,  pensando en el tipo de procesos productivos que se dan a escala global. Es tiempo de debatir cómo nos integramos a la sociedad del conocimiento, desde una escuela que hasta aquí ha cumplido mucho mejor su rol inclusivo y de contención que como pilar de un desarrollo. Es más, en el estado actual no hace más que profundizar las diferencias entre quienes pueden pagar educación de elite y quiénes no.
En síntesis, sería deseable que los diferentes proyectos políticos tengan dentro de su escala de colores aquellos que mejor representen los problemas concretos de la vida de quienes pretenden obtener el voto, si no, seguiremos repitiendo una constante en la vida política de nuestro país, donde aquellos que resultan elegidos parecen vivir a una distancia tan grande del pueblo que los vota que terminan pensando siempre en la próxima elección antes que en la siguiente generación.