jueves, 26 de noviembre de 2015

"EL CAMBIO DETRÁS DEL CAMBIO"

El Cronista

Los procesos de cambio de gobierno suelen ser difíciles y normalmente tienen aspectos traumáticos, que la mayoría de la población desconoce.

La gestión cotidiana del poder está desprovista de la energía de la campaña electoral y el glamour de los medio de comunicación.

Las decisiones diarias se toman en terrenos ciertamente más áridos que lo que presentan los sets televisivos. Tienen mucho más que ver con el color de los expedientes, que con las luces de la campaña.

Cuando baje la espuma, la excitación inicial del nuevo gobierno deberá transformarse en gestión. Allí empezarán a plantearse los momentos más difíciles de todo comienzo, es decir, el verdadero inicio de la gestión suele llegar un poco después del comienzo formal.

Lo primero que sucede es, como en el juego de la silla, literalmente aparece la pelea por espacios físicos dentro de las oficinas, personal de toda la vida se encuentra con personal que estaba designado pero abocado a ‘otras tareas’, sumado a los genuinamente nuevos que llegan. Todos se mueven e intentan conservar escritorios, y computadoras de trabajo. El que estaba no se quiere ir o reubicar y el que llega está ansioso por comenzar.

En la llegada al poder, los nuevos funcionarios son generalmente de corte político, no solo ministros y secretarios, sino también subsecretarios y directores nacionales o generales (los últimos en ciudad, provincia y municipios), esto genera que el acceso de una nueva gestión tenga características muy parecidas a un desembarco. Lejos del ministro, las segundas, terceras y cuartas líneas deben establecer vínculos nuevos y construir confianza con el personal de planta permanente que esta hace años o (en algunos casos) hace solo un par de meses.

Allí normalmente reina la tensión que es propia con la llegada de cualquier nuevo jefe en cualquier trabajo. Solo que en este caso tiene un volumen que entre Nación, Provincia, Ciudad de Buenos Ares y municipios más Mendoza y Jujuy entre otros, podría ascender a 10 o 15 mil cargos.

Sumando a los temores propios que se generan ante cualquier cambio de jefe, ya sea en la dirección de cultura de un municipio, como una secretaría de estado, en una gerencia de un banco privado o una heladería de barrio; en este caso, además juega un papel importante la caracterización política que hagan los empleados de dicho funcionario y viceversa.

La construcción de vínculos que permitan transformar ideas de gobierno en planes y estos en acciones concretas, requiere de cierta armonía que es difícil de construir, sobre todo porque en la gestión pública, a diferencia del sector privado la capacidad efectiva de mando es bastante más acotada.

En la esfera del estado, el jefe no puede despedir a nadie ni generar fácilmente un sistema para premiar a los mejores. Esto en función de la estabilidad del empleo público (la cual, afortunadamente, hace rato que no se discute ya que es positiva) que invita a desarrollar planes de carrera que en muchas instancias aun no se implementaron de forma que resulten en un sistema justo de premios a los que hacen y se esfuerzan mas que sus pares.

Sobre la base descrita, cobra gran importancia el vínculo humano que establece el ‘jefe’ a la hora de estructurar equipos de gobierno que respondan al plan político del que se trate.

Pero los problemas no terminan aquí, ya que el otro aspecto del problema tiene que ver con la coherencia interna entre los jefes, es decir dentro de cada ministerio, secretaría o subsecretaría entre los funcionarios de menor rango, ya que no es fácil lograr que todos respeten los principios de unidad de mando y unidad de control. Esto no quiere decir que cada jefe hace lo que quiere, pero si no se conocen entre ellos de antemano es muy complicado que ‘jueguen de memoria’ como se suele pedir a los equipos en los deportes.

No pasa solo por el hecho que sean muy buenos en lo suyo, hasta los equipos de grandes estrellas pueden enfrentar serias dificultades sino encuentran un funcionamiento que los haga ser mas que la suma de las partes.

Si dimensionamos el problema ponderando la cantidad de nuevos jefes antes mencionada, podremos comprender la magnitud del desafío y lo importante que es contar con la colaboración en la transición. En el mismo sentido es que cobra vital importancia la jerarquización de una burocracia estable, bien paga, y de calidad, al tiempo que la existencia de partidos políticos fuertes, permiten que los funcionarios nuevos tengan un conjunto de ideas fuerza y una esquema de funcionamiento coherente que permite rápidamente implementar no una idea sino un plan complejo.

Estas son cuestiones que no suelen tomar estado publico pero son determinantes vitales respecto del nivel de eficiencia de la gestión publica, que al final de cuentas influye en la vida de todos nosotros.

jueves, 19 de noviembre de 2015

"EL DESAFÍO DE GOBERNAR SIN EL INFIERNO A LA VUELTA DE LA ESQUINA"

El Cronista

De una u otra forma la historia siempre se repite. Ciclos que comienzan encuentran dificultades pero también apoyo popular con el que construyen confianza, a pesar de los escollos y fracasos iniciales; luego aparecen los logros, y terminamos por ponerle nombre al ‘modelo‘, con australes el ‘Plan Austral‘ primero, la convertibilidad luego, seguidamente el ‘modelo sin modelo’ del kirchnerismo y ahora estamos a la espera de la próxima letra, el próximo ‘modelo’. Nuestro pasado recorre el camino del enamoramiento al rechazo casi del mismo modo una y otra vez.


En el presente los amores y odios están mas repartidos que antes. Anteriormente asistimos a finales de ciclo abruptos de la mano de crisis visibles y dolorosas para la sociedad. Procesos que constituían en cierta forma la fuente de legitimidad del proyecto político siguiente, toda vez que se fundaban en el rechazo al pasado cercano, que a su vez habilitaba a los dirigentes a pedir sacrificios al pueblo que en otras circunstancias hubieran sido difíciles de digerir.


Raúl Alfonsín pudo liderar la vuelta a la democracia en un contexto como el del juicio a las juntas militares justo luego del proceso, algo sin precedentes en la historia del siglo XX con casos comparables. En la misma línea, podemos pensar el indulto de Carlos Menem a los militares que el presidente anterior había enviado a la cárcel, el Plan Bonex 89 o luego el proceso privatizador y de apertura comercial indiscriminada que él mismo calificó como "cirugía mayor sin anestesia" con el consecuente aumento de la tasa de desempleo.


En uno y otro caso, las grandes mayorías podían o no compartir una visión común sobre el lugar hacia el cual querían ir dichos presidentes (o cómo debíamos recorrer ese camino) pero al menos compartían que es lo que NO deseaban. Cual era el horizonte que no querían tener frente a sí.


Esta lógica política ocurrió también con la llegada (previa pesificación asimétrica de Eduardo Duhalde) del kirchnerismo que claramente no obtuvo un caudal electoral contundente en 2003 pero que supo aglutinar al pueblo en torno a iniciativas de política económica que sostenidamente nos invitaban a recordar el infierno del 2001 al que nadie quería volver.


Desde el retorno a la democracia solo tuvimos un caso que significo continuidad antes que cambio en términos de los fundamentos económicos del modelo: la Alianza. Sumando al rol del Partido Justicialista en la oposición, es válido pensar que en 1999 la famosa ‘Carta a los Argentinos’ no se cumplió. Pero por sobre todas las cosas el elemento aglutinante que implicaba la imagen de la catástrofe cercana no pudo ser construido por Fernando De la Rúa, lo cual lo transformó en un Menem prolijo, preocupado por garantizar la continuidad del 1 a 1 sobre la base de un fenomenal aumento del endeudamiento y una recesión sin precedentes, que terminó requiriendo una brutal ajuste de salarios y jubilaciones. Algo que no pudo ser digerido por el pueblo que miraba el pasado reciente y no encontraba motivos que lo dieran sustento a semejante sacrificio, lo cual constituyó la plataforma de lanzamiento presidencia; por el techo de la casa rosada solo un tiempo después. Siendo el candidato mas votado en 2003 justamente, el presidente previo al mismísimo De la Rúa.


El proceso electoral que vive la Argentina presenta aspectos que nos invitan a reflexionar para que no suceda lo mismo que en aquella oportunidad, sea quien sea el ganador del próximo domingo. Ambos prometen ‘aspectos de cambio’ y elementos de continuidad. Ambos pueden identificar elementos negativos de la gestión saliente. De hecho, podría decirse que Macri puede concentrar los votantes anti kirchneristas, pero lo curioso es que este ‘anti’ tiene mucho más que ver con las formas de gobierno que con el fondo, en el entendimiento que me estoy refiriendo al promedio y no al votante mas politizado e informado. Es decir, un ‘anti‘ que tiene trabajo, que se va de vacaciones, que no tuvo una pérdida significativa del poder de compra en su salario durante los ultimas años, o que probablemente se haya jubilado sin los años de aporte necesario y ya este percibiendo el beneficio.


Mas bien es un ‘anti’ enojado con las cadenas nacionales, la soberbia, La Cámpora, la inflación , la corrupción, la mentira del INDEC, el impuesto a las ganancias y las retenciones. Todos aspectos que una vez corregidos no van a tener un impacto significativo en el poder de compra, salvo la corrección de la inflación, que requiere un costo del conjunto de la sociedad.


La configuración que le da sustento al ‘anti’ no es un tema menor y resulta crucial a la hora de llevar adelante los ajustes requeridos desde ambas plataformas para, por ejemplo, bajar la inflación ya que se va a sentir de forma concreta en nuestro modo de vida.


Vamos a viajar menos al exterior, destinaremos una mayor parte de nuestro ingreso a pagar por servicios que hoy paga el Estado. Inicialmente la actividad se va a contraer, va a subir la tasa de interés veremos una ajuste del dólar y el primer semestre será de alta inflación por el reacomodamiento de los precios relativos, todo lo cual va a impactar en el empleo. Además debemos digerir el pago a los fondos buitre y veremos como se sale a pedir prestados los dólares que vamos a tardar en generar.


Es decir, 2016 va a ser un año difícil y de restricciones moderadas. Mientras tanto, si bien es razonable que los candidatos en campaña solo nos cuenten la parte positiva de los remedios, sería saludable que al menos nos den una pista sobre los efectos colaterales, dado el esfuerzo que debemos hacer para ubicarnos en el sendero del crecimiento sustentable que nos prometen.


La última vez que no nos avisaron, la paciencia se agoto bastante rápido y las consecuencias fueron graves en base a haber ocultado lo que se iba a hacer, o a lo que era necesario para mantener la promesa del 1 a 1.
Sin dudas que el desafío del próximo gobierno será el que implica gestionar un cambio, que a su vez implica sacrificios, pero sin tener el infierno a la vuelta de la esquina.

viernes, 13 de noviembre de 2015

"CUÁNTO ESTADO QUEREMOS, EL DESAFÍO DEL DÍA 101"

El Cronista

La discusión política del presente nos sitúa de forma razonable en ‘el día después’, esto es, qué sucederá si gana uno u otro candidato luego del 10 de diciembre.

Los ejes de campaña sobre aquellos aspectos de continuidad que Scioli y Macri garantizan, dan cuenta que las características centrales de las banderas flameantes del kirchenerismo antes que modificarse seguirán vigentes, a punto tal que hoy se han convertido en el la columna vertebral de la ‘campaña del miedo’ por parte del oficialismo y de ‘humor’ por parte de la oposición.

Ambos se pelean por jurarnos que YPF, Aerolíneas y Fútbol para Todos, seguirán en manos del Estado, que la AUH no se toca, que las jubilaciones aumentarán hasta hacer realidad el 82% móvil, y que las principales políticas públicas respecto de la presencia estatal seguirán vigentes.

En suma el Estado mantendría su tamaño, solo nos proponen que cambie de forma. Es curioso pero al mismo tiempo que nos garantizan eso, nos prometen que bajará la presión impositiva y se reducirá el déficit fiscal.

Si tomamos un poco de distancia podremos ver la contradicción implícita en el conjunto de argumentos lógicos que se plantean, lo cual no es un tema menor ya que la inconsistencia entre lo prometido y lo efectivamente realizado no necesariamente será tolerado por la gente con la misma paciencia que en el pasado.

La sociedades evolucionan y toman conciencia de su poder, sino veamos el caso de Dilma Rousseff que no cumplió su promesa electoral y hoy ve peligrar su continuidad en el poder, entre otras cosas, por la perdida de popularidad derivada de dichos incumplimientos.

Si repasamos la (in) consistencia lógica podremos tomar conciencia de ello. Debemos tratar de reflexionar sobre qué es lo que sucederá luego del momento inicial. Apartar la mirada del 11 de diciembre o del 10 de enero y depositarla en el 10 de abril o el 10 de mayo. ¿Qué sucederá a partir del día 101 de gobierno?

Argentina presenta un déficit fiscal equivalente a 5 o 6 % del PBI, esto quiere decir que con la recaudación actual no alanza para pagar los gastos. Sin embargo las promesas de cambio de forma antes que de tamaño suponen que las erogaciones que disminuirán vía recorte de los subsidios económicos a la luz, el agua o el transporte, subirán en la columna de jubilaciones, intereses de la deuda externa (de la mano del arreglo con los holdouts y la emisión de nueva deuda) así como la ampliación de la cobertura estatal vía políticas sociales que ambos candidatos prometen.

En cuanto a los ingresos ambos prometen que se reducirá la presión fiscal, con rebajas en ganancias, devoluciones de IVA para jubilados y eliminación de retenciones. Si bien la intención de la rebaja impositiva es promover la inversión y la producción, la inconsistencia persiste.

Ninguno de los candidatos es claro al respecto, es decir, si queremos que baje la presión fiscal, el tamaño del estado debe ser más chico que el actual, dado que mas allá que las cuentas parezcan cerrar a priori, no se puede tener un estado grande y una presión fiscal baja.

Por supuesto que vía eficiencia y combate a la corrupción se puede mejorar la oferta de bienes públicos con el nivel actual de gasto pero en el fondo el argumento lógico es el mismo: si vamos a bajar la presión fiscal el tamaño del estado se va a achicar.

Entender esto es relevante y debería ser uno de los verdaderos ejes del debate, que unos y otros rehúyen a dar, mostrando el plan para el 10 de diciembre pero colocando debajo de la alfombra las preguntas importantes que deberíamos hacernos. ¿Qué tamaño de Estado queremos? ¿Estamos dispuestos a aceptar un Estado más pequeño? ¿Sabemos cuáles son los costos y beneficios en cada caso?

Esos cuestionamientos son los que quedaron tapados por la coyuntura y el fragor de la campaña, pero tarde o temprano llegará el ‘después del día después’ y sería un acto de madurez colectiva preguntarnos acerca de qué pasará entonces, y qué es lo que estamos dispuestos a hacer en ese momento.

El esfuerzo colectivo necesario para combatir la inflación, aumentar la productividad de la economía y generar las condiciones para un crecimiento sustentable en el mediano plazo, no figura entre los argumentos de campaña. Ambos nos prometen que vamos a adelgazar y ponernos en forma, sentados en el sillón mientras comemos pochoclo y miramos la tele.

El debate no solo es necesario entre los candidatos, sino hacia dentro de la sociedad para que alguna vez comprendamos que no existen las soluciones mágicas y que el bienestar viene de la mano de la inversión en innovación y desarrollo antes que en la búsqueda por mantener los privilegios actuales.

Por más que de eso no hablemos hoy, tarde o temprano nos vamos a tener que enfrentar con aquello que parece ausente en la campaña: la realidad.