miércoles, 30 de septiembre de 2015

"EL DESAFÍO ES QUE LOS ARGENTINOS APRENDAMOS A AHORRAR"

El Cronista

La probabilidad que existe para que se generen modificaciones en el escenario local e internacional en el mediano plazo son altas. Lo que aun no queda claro es si ese escenario será mejor o peor que el actual.

De cualquier modo algunos indicios sobre la percepción que tienen en el exterior se perciben, cuando observamos el clima que se da en relación a nuestro país, ya sea desde las consultas permanentes que hacen los inversores internacionales hasta las entrevistas que reconocen sostener los principales referentes económicos de los candidatos presidenciales con mayores chances, por parte de fondos de inversión foráneos.

Amén de la necesaria inversión extranjera como elemento complementario del ahorro nacional en términos de lo requerido para generar las condiciones necesarias que permitan una tasa de inversión sobre el producto, tal que se puedan cumplir las metas de desarrollo planteadas por los comandos de campaña y usinas de pensamiento económico de todos los aspirantes al sillón de Rivadavia, cierto es que desde el punto de vista de la banca de individuos y aun a nivel Pyme, el nivel de financiarización o profundización financiera es bajo e incompatible con los objetivos antes mencionados.

Resulta imposible pensar un país que sostenga un crecimiento sustentable y vigoroso sin que sus habitantes participen de una u otra forma, de manera activa como fuente del ahorro que se convierta en inversión productiva. Vale preguntarse entonces ¿cuál es la forma en la que ahorramos los argentinos?, ¿cuáles son los incentivos que recibimos de parte de los hacedores de política económica para ahorrar en formas diferentes al tradicional play fijo o compra de dólares?

En ese punto comienzan las contradicciones y las iniciativas que se quedaron en el anuncio. Un buen ejemplo de ello surge al repasar cual fue el resultado de la nueva ley que regula la actividad bursátil en la Argentina. No parece haber una popularización de dicha herramienta, ni tampoco intenciones de transformarla en masiva.
La bolsa sigue siendo un negocio para pocos que encima son vistos como el enemigo, cuando debería ser el lugar para desarrollar actores nuevos que atraigan el ahorro nacional a formas que permitan encontrar rentabilidad muy por encima de las alternativas tradicionales.

Claro que para eso, no alcanza con el incentivo del Estado, ya que son los bancos quienes mantienen casi en un rincón el sector de renta variable y fondos comunes de inversión dado que el plazo fijo es el gran proveedor de liquidez barata para las entidades.

Así mientras el sistema tiene $ 400.000 millones en plazo fijo, la suma de la capitalización de mercado de todas las empresa de la Argentina no alcanza los u$s 60.000 millones, o lo que es lo mismo la cuarta parte de los que vale Facebook cuya cotización es 244.000 millones.

Desde ya que ahorra en acciones, bonos o lo que es mejor, fondos comunes de inversión no está libre de altibajos, pero ha sido lo más rentable desde 1990 a la fecha comparado con el dólar, los precios y el metro cuadrado.

El desafío por delante radica en enseñarle a los argentinos a ahorrar y facilitarle las cosas para que así sea, quitar trabas burocráticas donde parece increíble que para invertir $ 20.000 hay que hacer más papeleo que para importar sustancias de dudosa procedencia.

Por delante debemos canalizar el ahorro en inversión productiva y construir un mercado de valores trasparente, con muchos jugadores y una regulación sólida que proteja el valor del accionista por sobre la codicia como patrón rector de los sistemas que no se regulan.

Eso requerirá una planificación detallada, y sostenida en el tiempo. Donde medidas intempestivas y tomadas de un día para el otro solo generan más ruido que beneficios al conjunto por un lado, y por otro terminan orientando la industria financiera a los fondos institucionales y las alejan de las pyme y los individuos.

Enseñarle a ahorrar a los argentinos tampoco ser consecuencia de discursos épicos, ni decretos reglamentario, sino debería constituir una punto de llegada para un camino largo pero no por eso menos valioso.

Construir confianza no tiene que ver con garantizar ganancias, sino con comprender las necesidades del ahorrista, con poseer la vocación de explicar uno por uno las ventajas del sistema, y por sobre todas las coas hacer eso sobre una valoración no solo desde el fin de lucro sino desde el que deviene de la responsabilidad social empresaria, orientada a construir valor social en el ahorro eficiente de los argentinos el cual sin dudas tiene la potencialidad de generar externalidades tales que podrán repasar el costo de esta tarea ciclópea y erigirse como uno de los pilares de un desarrollo nacional donde dejemos de ser espectadores y pasemos a ser parte.

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