jueves, 5 de febrero de 2015

Para El Cronista - Relaciones carnales, el uno a uno de Cristina y el discurso delaruista de la oposición


Actualmente la Presidenta se encuentra en su altamente ponderado viaje a la República Popular China. Sin dudas, además de las reuniones con empresarios lo mas relevante acontece en los encuentros con los funcionarios del gobierno chino.


Es curioso pero hay algo que parece no figurar en la agenda de forma expresa, la visita de Cristina consolida una política exterior clara: Argentina tiene nuevas relaciones carnales, ahora con China.

Los acuerdos comerciales sin demasiados detalles con un país con el cual acumulamos un déficit comercial del orden de los u$s 14.500 millones en el último trienio, forman parte de una estrategia que incluye desde la cuestionada base china en Neuquén, hasta las generosas condiciones a sus empresas que se otorgan en el marco de la búsqueda de financiamiento. Alineamiento propio del que tenía nuestro país en los 90, solo que en ese momento era con Estados Unidos.

Sin manifestaciones formales en cuanto a las críticas que podrían caber al gobierno chino respecto de su política de derechos humanos, solo aparecen elogios y fotos en Twitter (que para los ciudadanos chinos se encuentra vedado) al mejor estilo de las que se sacaba de Carlos Saúl en sus visitas a Estados Unidos, en los denostados noventa. En aquella época íbamos a buscar dólares e inversiones a cambio de alineamiento internacional.

Hoy, vamos a China por lo mismo: dólares (o Yuanes, como prefiera) e inversiones. Y a cambio les damos condiciones que son comparables con algunos puntos del consenso de Washington.

Resultaría poco sensato criticar un mayor acercamiento con China, de hecho me parece estratégicamente acertado por parte de la presidenta, pero no deja de ser llamativo como la realidad concreta se contrapone a una retórica cada vez mas vacía de contenido.

No deberíamos olvidar que China se encuentra en una fase de su desarrollo capitalista, donde no está tan preocupada por exportar mercaderías, sino capital. Para decirlo claramente, el futuro implica un mundo más concentrado desde el punto de vista de la riqueza, donde los principales conglomerados económicos alrededor del mundo girarán (aun mas que hoy) sus ganancias a unos pocos dueños, y unos cuantos de ellos serán chinos.

Concepto de concentración de la riqueza tradicional, que fue brillantemente desarrollado por el economista estrella que le gusta a la primera mandataria, salvo por el hecho que estamos haciendo algunas cosas en la dirección de lo que el joven economista francés cuestiona.

Como complemento de este alineamiento casi ‘carnal’ Argentina transita hoy por un proceso de revaluación cambiaria que se torna cada vez más evidente. Sin entrar en tecnicismos, basta con mencionar que desde finales de enero de 2014 los precios avanzaron aproximadamente 25% más que el dólar.

No se trata de fomentar devaluaciones ni movimientos bruscos del tipo de cambio, pero en la Argentina ya probamos con un dólar retrasado a base de malabares financieros antes que mejora real de la productividad. Y el final lo conocemos todos.

Mientras el euro, el real, el peso chileno y el peso uruguayo por mencionar algunos, pierden fuerza contra el billete verde, aquí en el último año sucedió lo contrario. Lo cual, insisto, no es malo ni bueno en si mismo, sucede que un peso apreciado, sin una estructura económica que permita competir con fuerza en el mundo, solo es sostenible a base de endeudamiento (los 90) o cerrando el grifo de las importaciones con medidas como las actuales que ya nos están costando carísimo en el marco de la OMC, aunque eso lo va a pagar el próximo gobierno.

Ese reverdecer noventista de tipo de cambio retrasado y relaciones carnales, se verifica también en la convertibilidad energética que vivimos, con tarifas que sólo son sostenibles a base de falta de inversión y que nos hacen vivir en una fantasía de energía casi regalada la cual tendrá la realidad como respuesta al final del camino.

Por el lado de la oposición vemos algo así como un discurso delaruista, cuando decía: "Conmigo el uno a uno sigue". Hoy nadie le dice la verdad al pueblo, nadie tiene los cojones de plantear el verdadero costo que va a implicar corregir las distorsiones que se generaron y que es necesario encauzar si se desea que el desarrollo sea sostenible en el largo plazo.

Lo mas grave es que cuando hagan el ajuste en lugar de hacerlo sobre la base de gastar mejor, lo harán recortando el gasto y sin demasiada contemplación por los que menos tienen.

En definitiva, unos y otros bailan un minué donde la sociedad es espectadora de dirigentes que antes de pensar cómo cambiar el destino del país privilegiando el interés nacional y de los que menos tienen, lo que buscan es la foto que mas ‘garpe’, el tuit más taquillero y algún paso de baile que los haga más populares.

Hasta aquí, la verdad y el pueblo, parecen importar bastante menos que ganar una elección.

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