Hace ya largos años, Tato Bores desplegaba su increíble capacidad para resumir en los pocos minutos que duraban sus monólogos una pintura casi perfecta de nuestra sociedad.
Previa a su partida hacia Roma, la Presidenta instaló una serie de acusaciones que colocaban a la Argentina como víctima de un plan de desestabilización, urdido por los fondos buitre, con el apoyo de empresas de origen estadounidense. Al mismo tiempo relataba una serie de puntos que aparentemente estarían claramente definidos, entre ellos se destacan el supuesto financiamiento que dichos fondos estarían prestando para recalentar el mercado del dólar ilegal, así como la compra de periodistas, políticos y sindicalistas que se encolumnarían de este modo entre las fuerzas del mal, que sólo tiene por objetivo generar el caos, mas allá del costo que para ellos mismos signifique que la Argentina pierda toda capacidad de pago de la sentencia judicial que obtuvieron oportunamente.
Este planteo nos coloca nuevamente ante un falso debate propuesto desde el gobierno ya que parte de suponer que la responsabilidad de los fracasos siempre está en otra parte, bien lejos de los despachos que generan las medidas de gobierno.
Aquí es donde Tato Bores cobra una vigencia inusitada. Su famoso monólogo conocido como el otro narra una situación donde un grupo de personas se pregunta quién tiene la culpa de la situación actual, y comienza de esta manera una zaga desopilante en donde todos, de a uno a la vez, van responsabilizando a sus eternos rivales por la cruda realidad, así, desde ministros hasta maestros, desde radicales y peronistas hasta troskistas y fachistas, desde religiosos hasta agnósticos, todos culpan a alguien más, finalmente uno de ellos se da cuenta y dice:
¡Paren la mano! Yo sé quién tiene la culpa de todo. ¡La culpa es de El Otro!
¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! Exclamaron a coro todos los presentes El señor tiene razón: ¡La culpa de todo la tiene El Otro!
Dicho esto todo el mundo se quedó más tranquilo, y partieron a sus casas, ya era la hora de cenar y se hacía tarde. Lo importante se había conseguido, había aparecido el culpable, ¡El Otro! Eso si, el problema, aún seguía sin resolverse. Nada había cambiado pero todos habían encontrado al responsable de sus penas.
Algo similar parece estar sucediendo hoy en día, desde las más altas esferas de poder se busca en El Otro la responsabilidad del curso de los hechos que afectan a nuestro país cuando se trata de malas noticias.
Con solo tomar un poco de distancia de la vorágine diaria, y tratar de poner la situación en perspectiva, vemos que en esa estrategia desplegada por oficialistas (y también opositores) lo único que no se atacan son las causas, las cuales siguen presentes a lo largo de los últimos años, de modo que las consecuencias siguen siendo siempre las mismas.
Así, por más que veamos en el resto las culpas de nuestro destino, por más que supongamos que se cae el mundo y eso frena nuestra economía. Lo cierto es que los fríos números nos dicen otra cosa.
Mientras nuestras reservas caen, y nuestro peso se debilita, el horizonte presenta un cuadro donde la escases de divisas será la norma, la represión de importaciones junto con magros precios de la soja y la persistente imposibilidad de acceder al mercado financiero internacional, continuarán presionando sobre un tipo de cambio que, muy por encima de cualquier relato fantástico, se nutre, en su esencia, de la interacción entre oferta y la demanda y allí donde falta de la primera y sobra de la segunda el precio sólo tiene una dirección.
El resto solo se trata de hacer la cuenta, antes de querer contarnos un cuento.
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