El Cronista
El tiempo político va mostrando ordenamientos y esto se traduce en acciones concretas como lo sucedido con la conducción del Partido Justicialista, la movilización que llevó adelante parte del movimiento obrero organizado y la aprobación en el Senado nacional del texto de la ley antidespidos cuyo efecto bien podría ser el contrario. Carente de una figura aglutinante, el peronismo al menos no se queda quieto y trabaja todo lo que puede en una especie de bombardeo de baja intensidad sobre la administración de Cambiemos.
Claro que siempre se pueden encontrar expresiones claramente acabadas y sinceras de sectores mas cercanos al Cristinismo como el del ex secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, Ricardo Foster, quien en su valoración sobre los planes de la actual gestión, manifestó sin tapujos que quiere que al gobierno le vaya mal.
En el seno del justicialismo no parece que eso sea tan evidente, sobre todo porque quién mejor mide por estos días, es la ex jefa de Estado, que debe estar tomando nota de los responsables del vacío que el mes pasado le ofrecieron en su retorno a la escena política.
Con todo, resultan evidentes los pliegues que surgen en la luna de miel de Macri con la sociedad; estos proyectan sus sombras en las consecuencias indeseadas de medidas, que en el corto plazo operan en contra del crecimiento económico al tiempo que la inflación derivada del exceso de emisión del pasado y los ajustes de precios relativos del presente, nos brinda su peor cara en aumentos del nivel de precios de proporciones estratosféricas.
La combinación de estos últimos dos factores ofrece al pueblo su más clara consecuencia inmediata en el desplome del consumo, el aumento de la pobreza y la pérdida neta de puestos de trabajo. La tierra prometida que nos muestran, solo refleja su horizonte en el segundo semestre. Será a partir de septiembre u octubre cuando se vea claramente la costa luego de tanto remar, y recién en el año entrante estaríamos tocando tierra firme, si es que se cumple el pronóstico oficial.
Es justamente, la capacidad de (no) acertar con el pronostico lo que regala a la oposición algunos argumentos, toda vez que el marco teórico que desplegaba el ministro de Economía Prat-Gay sobre la idea que en 2015 los precios ya tenían incorporada la devolución mas anunciada de la historia, chocan de frente con los argumentos del presidente que hace unos días justificaba el aumento de los combustibles en la variación del tipo de cambio. Vale decir que dicho argumento que en la Argentina muestra un pasaje de devaluación a precios de cerca de 80% para las naftas, no aplica del mismo modo para Brasil, donde el pasaje a precios de la suba del valor del dólar fue del orden del 60%, contando con ejemplos como Méjico con el 37,5%, ó Uruguay solo en torno del 5%.
Tampoco parece posible la meta del 25% de inflación, ya que acumulamos poco menos de 20% en los primeros cuatro meses. Asimismo perdió vigencia el argumento que, para le economía en su conjunto, estábamos cursando el pass through (pase de la devaluación a precios) mas exitoso de la historia, porque la inflación no se había comido la devaluación "como en 2014". Pues bien, eso tampoco se esta verificando. En 2014 los precios subieron en el orden del 20% entre comienzos de diciembre de 2013 y fines de abril, con una devaluación aproximada de 35% para ese período, y ahora tenemos 23% de inflación con una devaluación de 47% en un lapso similar, es decir que se observan proporciones relativamente similares, que se pueden parecer aún más si a finales de mayo el dólar sigue en estos valores y los precios suman otro empujón de 3 ó 4%.
Buena parte de los desbarajustes que hoy padecemos, se deben a los excesos de un estado que tomó dimensiones que no se condicen con los impuestos que estamos dispuestos a pagar, lo cual tiene como resultado inevitable, el déficit fiscal.
La promesa de un estado presente, amplio y de alcance similar en tamaño pero diferente en su forma, al de finales del gobierno anterior, es la ilusión en la que quedamos atrapados por la falta de un discurso que se ajuste a la verdad. Lo curioso es que el ajuste se ve por su costo en la gente pero no por su prometido resultado, sabiendo que para ello deberemos esperar unos meses mas.
La gradualidad de aquel ajuste vino dada por la velocidad en la que se practicó antes que por su dimensión. Es por ello que el paso del tiempo le va agregando rigidez al margen de confianza con los que cuenta el primer mandatario.
Lo último que se pierde es la esperanza y la paciencia popular todavía se encuentra contenida dentro de limites que permiten la viabilidad del plan en curso. Sucede que tener esperanza y contar con paciencia, no quiere decir que se renuncia al derecho a perderla.
El gobierno debe tomar nota de esto, porque por estos días la mejor forma de definir lo que sucede con los asalariados se resume en cuatro palabras: no alcanza la plata.
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