Habiéndose conocido el dato de inflación que brinda un sector la oposición sobre la base de diferentes estimaciones privadas para diciembre así como todo el 2013, resulta evidente que la aceleración en los precios parece más marcada que años anteriores. Siendo lo más preocupante su consistencia, aun cuando la emisión monetaria fue inferior que en 2012, y considerando que fue un año en el cual hubo acuerdo de precios entre febrero y mayo y luego estuvieron los 500 precios congelados de Moreno, con supercard incluida.
No deja de ser llamativo la forma en la que la gestión oficial, trata de abordar el principal problema de nuestra economía.
Así también veo diferentes análisis de referentes y especialistas y no deja de asombrarme como se pretende ver causalidad donde solo hay asociación.
Reflexionando sobre esto, me topé con algunos conceptos vertidos por el reconocido autor Nassim N Taleb en su último libro. Él grafica la idea de los epifenómenos o ilusiones causales de forma sencilla: imaginemos que pasamos un rato en el puente de un barco (allí donde se ubica el timonel), con una gran brújula delante, es fácil que tengamos la impresión de que la brújula dirige el barco en lugar de reflejar su dirección. En un epifenómeno normalmente no observamos A sin observar B y tendemos a pensar que B es causa de A o a la inversa, en función del marco de referencia cultural que nos es propio.
Es sobre este marco de referencia que pareciera centrarse la principal batalla del gobierno a la hora de plantear su argumentación respecto de este tema. Los esfuerzos por dominar los titulares de los diarios aun a riesgo de caer en contradicciones como la semana pasada con el caso de los tomates y bienes personales, lo han llevado a plantear que si bien tenemos aumentos en ciertos precios de la economía, no estamos en un proceso inflacionario dado que no se da para el conjunto de los precios, utilizando los servicios públicos congelados como uno de los ejemplos al respecto.
Sucede que los efectos de semejante desgaste no lucen efectivos a juzgar por los resultados obtenidos, ya que suponer que no hay inflación en la argentina es un ejercicio mas bien de imaginación antes que otra cosa.
Otro aspecto interesante es la idea de echarle la culpa a la codicia empresaria por la inflación, lo cual siempre resulta taquillero y antipático de rebatir. El problema esta en que esta codicia existe aquí y en otros países del mundo que no tienen esta dinámica de precios. Peor aún, la codicia es una conducta humana, lamentable por cierto, pero esta ahí hace miles de años y no la podemos suprimir por decreto, de modo que lo que habría que hacer es encontrar soluciones a pesar de la codicia, al menos hasta que alguien encuentre la forma de eliminarla mágicamente.
Por otro lado, tanto oficialismo u oposición caen en lo que Taleb menciona como selección interesada o falacia de la confirmación, mediante la cual ambos nos muestran sus aciertos y lo que han hecho por nosotros pero ocultan sus fracasos y cuando nos dejaron de lado. Es decir, cada uno muestra lo que le conviene y la víctima siempre es la misma: el sentido común.
Al final del camino, lo único que parece permanecer constante es el problema, mientras que unos y otros siguen en busca de sostener posiciones caprichosas que no contribuyen a resolver el tema central.
Sigue faltando un diagnostico claro que determine, delimite y mensure el problema, su alcance, sus costos y su impacto en la vida de la sociedad. A partir de allí, las soluciones no tienen porque ser las mismas, ya que los diferentes lineamientos políticos plantean caminos diversos según sea uno y otro enfoque.
Aún estamos a tiempo de plantear caminos innovadores, donde se pueda dirigir el costo hacia los que mas tienen, entendiendo a su vez que la gente elige qué, cómo y dónde consumir en función de las señales que recibe, entre ellas los precios.
Si se persiste en evitar un diagnostico común, finalmente el costo lo terminarán pagando los mismos de siempre, los que menos tienen.
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