Comparto mi artículo de hoy en Diario Perfil, en donde invitan economistas heterodoxos y ortodoxos a proponer ideas. En este caso yo publico una iniciativa que ya he impulsado antes. Sobre la base del convencimiento que es mejor proponer que solo criticar.
El dólar ilegal creció 47% en 2013 al tiempo que el oficial lo hizo por encima del 32%. Sin embargo, en los primeros 17 días de 2014 ambos avanzaron 19 y 4,5% respectivamente. Si bien las miradas se posan sobre el marcado del blue, el oficial aumentó 30 centavos en un cortísimo período. Esto indica que el Gobierno tiene pensado continuar con la estrategia adoptada desde las PASO de agosto último, cuando la devaluación comenzó a acelerarse, y lo hizo más con la llegada del nuevo equipo económico y la designación de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central.
Las propuestas para contener una situación altamente preocupante son variadas. Lo que resulta llamativo es que hay un punto en el diagnóstico en el cual todos parecemos coincidir: la falta de confianza que se percibe por parte del público en nuestra propia moneda.
En mi caso, hace un tiempo formulé una propuesta que, como otras, no necesariamente tiene que ser la más apropiada: la idea supone volver a permitir el atesoramiento de dólares por parte del público. A tal fin se debería autorizar la compra de dólares como estuvo vigente hasta julio de 2012, cuando aún estaba permitido comprar (si bien fácticamente esto fue imposible de hacer desde mayo del mismo año). Aquellas operaciones debían estar autorizadas por AFIP, algo que creo que debería seguir estando vigente.
Aquellos que deseasen comprar dólares, lo podrían hacer al tipo de cambio oficial vigente con la única restricción de que para retirar el billete físico deberían tener que aguardar dos años. Hasta ese momento los fondos quedarían depositados en una caja de ahorro especial en dólares; si se deseara retirar el efectivo antes de los dos años, el banco entregaría pesos al tipo de cambio oficial del momento. Sin embargo, los fondos sí podrían ser utilizados antes del mencionado período para cancelar operaciones inmobiliarias o de bienes muebles registrables como autos, motos y barcos. En dichos casos simplemente se transferiría la titularidad del depósito, y para el nuevo tenedor aplicarían las mismas restricciones.
Los fondos que ingresen al sistema con esta operatoria se podrían orientar a créditos para el sector de la construcción privada a tasas bajas, dado que el rendimiento ofrecido en dólares a los ahorristas sería muy bajo ya que es lo que paga el mercado por colocaciones en dólares en la actualidad.
Los desarrolladores podrían tomar créditos y cancelarlos con las transferencias de los depósitos que reciban en pago de sus clientes al vender unidades nuevas.
Otro destino de esos fondos podría ser el de cancelar deudas impositivas o financiar importaciones en el caso de determinadas industrias como la automotriz, que también podría recibir estos depósitos como pago de sus vehículos nuevos.
Cierto es que se podría pensar que es riesgoso colocar ahorros a dos años en el mercado financiero, pero el incentivo a hacerlo es equivalente a la brecha entre el dólar ilegal y el oficial (hoy del 75%). También podría pensarse que la demanda sería muy elevada y eso presionaría el tipo de cambio oficial, lo cual es cierto y probablemente generaría una aceleración de la devaluación, pero sólo al comienzo, ya que la depreciación hoy en día tiene un ritmo que en términos anuales supera largamente el 70%.
Esta propuesta tiene como ventaja adicional que retira pesos del mercado al tiempo que permite convertir ahorros privados en inversión privada sin que drenen mayores reservas del sistema, dado que los depósitos deben estar encajados al menos 24 meses, que en realidad terminarían siendo más dado que los depósitos se pueden transferir y en ese caso hay que volver a esperar dos años.
En suma, proponer siempre es mejor que sólo criticar; en ese camino es que dejo planteadas estas ideas.
*Economista UBA.
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