martes, 4 de febrero de 2014

Para el Cronista - Especulaciones perversas, cuentos de fantasmas y el ‘señor de la bolsa’



Finalizado el enero más movido de los últimos diez años en nuestro país vemos cómo mas allá del resultado objetivo en materia de devaluación, precios y merma del poder adquisitivo del salario, se va instalando poco a poco cierto discurso por parte de las autoridades que suelen cargar la responsabilidad de la inflación en el empresariado, sea este el presidente de una petrolera o un pequeño comerciante del Gran Buenos Aires.

En igual sentido la evaluación que realizó el domingo el jefe de gabinete respecto de la compra de dólares para atesoramiento –si este no queda depositado en el sistema financiero– sería producto de la avaricia y parece ser que además constituiría el motivo por el cual argentina no creció aun más en los últimos diez años.

Ciertamente es llamativo como se descubre ahora este tipo de comportamiento que habría sido una constante de la década, y se cuestiona desde el poder ejecutivo al tiempo que se lo termina subsidiando, al conceder la posibilidad de comprar dólares por parte de los particulares de los cuales –en la primera semana– el 91% de ellos decidió retirar los billetes para guardarlos fuera del sistema financiero.

Es realmente curioso el mecanismo de análisis que proponen desde las usinas oficiales, porque choca con la realidad una y otra vez.

En materia de precios internos, se critica fuertemente el aumento denominado ‘ por las dudas’, conducta que analizada de forma aislada resulta claramente reprochable, pero si hacemos el esfuerzo de tomar cierta distancia de la situación, el panorama parece ser otro.

Resulta que la devaluación no ha sido una conducta privativa de la Argentina (si bien nosotros fuimos, junto con Venezuela, los campeones de la región), pero sí lo fue la elevada inflación. En este sentido es llamativo por qué no aumenta ‘por las dudas’ los precios un comerciante de San Pablo Brasil, o un mayorista en Montevideo.

La respuesta es simple, si en esos lugares deciden aumentar los precios ‘por las dudas’ –más de lo que lo hacen sus competidores– automáticamente pierden la clientela que optará por acudir a aquellos que hayan mantenido los precios más accesibles. Si bien podríamos pensar que hay algún componente genético por el cual aquí todos aumentan los precios a la vez, este argumento también se chocaría con la realidad, dado que hace diez años estos mismos actores tenían otro comportamiento, dado que la inflación era la quinta parte de la actual y entraban muchos más dólares de los que salían. Solo resta pensar que dicho accionar podría ser efecto de algún virus inoculado desde los medios de comunicación concentrados o bien alguna otra idea un poco más convencional, como podría ser que el comportamiento respecto de los precios tiene que ver con la maximización de la tasa de ganancia que practica todo oferente en el mercado, dado el sistema capitalista imperante.

Dicha tasa de ganancia se valida dado que la demanda acepta esos precios no porque seamos todos mansos corderos que tenemos ganas que nos roben, sino producto de un contexto inflacionario donde nadie tiene claro cuánto valen las cosas, salvo el dinero, que vale cada vez menos, y resulta mala idea conservarlo.

Pretender derogar este mecanismo de funcionamiento es como cuando nos querían convencer que debíamos pesificar nuestras mentes por decreto, para luego terminar impulsando un blanqueo de capitales solo para los que tenían dólares ahorrados producto de la evasión fiscal.

Lo que vemos no son comportamientos que causan el aumento de precios, sino que son el resultado de dicho proceso, donde el estado sigue sin reconocer formalmente su existencia, del mismo modo que llevar adelante un plan concreto para moderarla, a menos que supongamos que ver a las principales figuras del gabinete corriendo detrás del precios del tomate, los ventiladores de techo y los cuadernos de tapa dura, sea la estrategia mas conveniente que a juzgar por los resultados no parece ser muy efectiva.

Los malos siempre existieron, eso es cierto, pero aquí nos son ellos quienes nos acosan, sino los fantasmas de nuestro propio pasado y los errores del presente, que en materia de inflación, parece tener mucho mas de relato fantástico que acciones concretas para resolver el problema.

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