Las consecuencias de la probable escasez de divisas en la volatilidad del precio del dólar (en todas casi todas sus versiones) se hace cada vez más evidente.
La situación irregular que se vive de la mano de la imposibilidad de cumplir con nuestros compromisos de deuda, producto del estrafalario modo de aplicar la sentencia que tiene el juez Griesa, en los hechos nos deja fuera de toda posibilidad de conseguir financiamiento internacional a tasas razonables, se suma a la consolidación de precios de la soja muy por de debajo de lo esperado, cuando aun restan 25 millones de toneladas para liquidar.
El dirigente agrario Eduardo Buzzi estimó en u$s 4 mil millones la merma en el ingreso de divisas producto de esta caída en el precio de la oleaginosa. Situación que no parece que se vaya a revertir en el corto plazo dada la muy buena cosecha en Estados Unidos.
En criollo, a estos precios nadie quiere vender y más aun si empiezan a pensar que el dólar puede subir.
Dicho esto solo es cuestión de esperar que las matemáticas hagan el resto, es decir, no parece razonable suponer que el tipo de cambio ilegal podría sostenerse en los precios previos al 30 de julio, si la expectativa es que haya más pesos y menos dólares de aquí a fin de año.
Un camino podría ser sostener la tasa de interés como refugio alternativo de los pesos, pero el gobierno decidió hacer lo contrario y bajó la tasa para impulsar el consumo así como la inversión.
A partir de aquí es cuestión de ver hasta dónde el poder ejecutivo intenta combatir la suba del paralelo para evitar un recalentamiento de la divisa en momentos en que las herramientas que tendría para actuar si esto sucede con la vehemencia de comienzos de año son sustancialmente menores que en otros momentos de la gestión kirchnerista.
Sin embargo la cuestión fundamental que resta por saberse no es el valor del dólar ilegal, ni el ritmo de aumento del precio del dólar oficial hasta fin de año, sino hasta dónde la idea de no cumplir con el fallo de Griesa responde al supuesto del riesgo derivado de la cláusula RUFO y hasta dónde es una decisión política de no pagar a los buitres un solo dólar mas allá de lo ofrecido en 2005 y 2010 al 92% de los que ingresaron en el canje, aún mas allá de diciembre.
Si este fuera el caso poco importará lo que pase con el dólar de aquí a fin de año, ya que las consecuencias de no pagar en 2015 serían mucho más parecidas a las de un default tradicional, que no es lo que se vive hoy en la Argentina.
Es la política la que está al mando de la economía (como debe ser) pero eso no tiene que implicar necesariamente que haya que sostener que la retórica es más relevante que la práctica en el campo de las finanzas internacionales. Allí mandan los hechos, nos guste o no.
Todas las palabras que se podían decir han sido dichas y aún así en los mercados subsiste la esperanza que no mucho mas allá de enero de 2015 la situación terminará por regularizarse, sino no tendría sentido el camino recorrido previamente en donde terminamos por recibir la cordial palmada en la espalda del FMI por la buena letra en materia de reformulación de estadísticas respecto de la inflación y los sendos acuerdos con Repsol y el Club de Paris.
Sucede que hasta 2015 aun restan más de cuatro meses donde seguiremos caminando por el desfiladero económico. Esto no significa una crisis ni una catástrofe, pero claramente deberíamos caer en la cuenta que es muy difícil que la situación económica vaya a estar mejor luego de una mala noticia, como es la de la falta solución con los fondos buitre.
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