El Cronista
El día que Maravilla Martínez quedó para siempre en el recuerdo de los argentinos, sin dudas fue cuando recuperó la corona de campeón mundial al ganarle el título a Julio César Chávez Jr., allí en Las Vegas, Nevada, la noche del 15 de septiembre de 2012. La pelea había sido claramente favorable al argentino que castigó tanto a su rival que prácticamente dibujó un mapa en la cara del joven. Sin embargo aquella victoria no estuvo exenta de sobresaltos. Corría el último round del combate cuando Chávez revoleó un manotazo que entró de lleno en la cara de Martínez y lo dejó al borde de morder la lona. Aún mareado y casi a los tumbos, Maravilla sacó chapa de campeón y fue al frente como pocos, dándole un final memorable a una gesta irrepetible del boxeo nacional.
Lo que vimos aquella noche fue el resultado de un plan bien pensado, que si bien sufrió un incidente inesperado, era sólido y contaba con herramientas para afrontar la aparición de cisnes negros, algo que no parece suceder con la economía argentina.
Por estos días vemos cómo los países emergentes despliegan caídas simultáneas en sus mercados de valores, junto con devaluaciones, subas de tasas de interés y contracción o freno del crecimiento económico. Estamos asistiendo a lo que podría ser la confirmación del fin del ciclo de altos precios de los commodities, dato clave para comprender lo que solíamos llamar viento de cola.
Con un dólar que se fortalece en el mundo tampoco hay motivos para pensar que lo que viene será un viento de frente. Esto dicho en el sentido que la caída del precio de las materias primas se ve levemente atenuada con un ciclo de precios estables en lo relativo a los productos que nosotros le compramos al mundo. Es decir, si bien es necesaria más cantidad de soja para comprar una notebook, esto sucede solo porque bajó la soja y no porque además haya subido la notebook. Confirma esto el índice de materias primas que elabora Bloomberg para 22 productos que alcanzó su peor nivel desde 1999.
En resumen, ahora sí podemos decir que el mundo está complicado, Brasil se desploma, China crece poco, Europa no presenta signos de fortaleza y los mercados financieros se caen a pique generando el ya conocido vuelo a la calidad que implica el refugio en los activos libres de riesgo como el dólar y los bonos de Estados Unidos así como la compra de oro. La época de vacas flacas termina de comenzar, el ciclo aún está lejos de revertirse y es probable que los mercados emergentes continúen la corrección bajista en las próximas semanas o tal vez hasta comienzos de 2016.
Todo esto constituye un claro manotazo al mentón cuando falta poco para el final de la pelea. La diferencia con aquella noche de verano en Estados Unidos donde Sergio Martinez recuperó el cetro, radica en que no tenemos el resto que tenía el púgil.
La crisis de 2009, que hasta ahora fue muchísimo más grave y profunda que este sacudón de los mercados, llegamos a esta instancia con un fuerte déficit fiscal así como un superávit comercial casi nulo, nuestras reservas son escasas y de composición dudosa, el consumo crece muy lentamente y la inversión como motor del crecimiento brilla por su ausencia de la mano del cepo que junto al tipo de cambio retrasado limita la llegada de proyectos cuya envergadura podrían proveer divisas para aliviar la presión sobre el dólar.
Con menos resto que antes, Argentina se apresta a definir cual será la batería de medidas que tomaremos si se profundiza esta situación internacional. No parece amplio el margen de acción para la implementación de las políticas anticíclicas como las de 2009, sobre todo porque ya las están aplicando con resultados moderados.
Cierto es que los imponderables existen, y así como puede llegar una catástrofe natural puede suceder una crisis que nadie vio venir. También es válido pensar cómo estamos preparados para afrontar la adversidad, ¿ahorramos durante el tiempo de vacas gordas, y si no lo hicimos, confían en nosotros para prestarnos en caso que no alcancen dichos ahorros? ¿Pensamos planes de contingencia para afrontar caídas en los precios de aquello que le vendemos al mundo o estamos peleados con el sector que más divisas genera para la economía argentina?
Si el desarrollo económico del país ha sido coherente durante estos años, no caben dudas que habrá que ajustar el cinturón como en toda crisis (si es que ésta se confirma) pero no será grave ya que los fundamentos están sólidos. Si por el contrario el crecimiento económico tal y como está planteado carece de sustentabilidad, solo habría que esperar un ajuste más pronunciado de las variables al tiempo que se achica el margen de maniobra del gobierno.
A juzgar por lo que muestran los números, no parece que Argentina esté por perder por knock out, pero todo hace suponer que vamos a tener un final sufrido hasta que suene la campana.
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