La llegada del presidente de Estados Unidos, luego de más de una década en la cual ningún funcionario de alto rango de ese país siquiera sobrevolara cielo argentino, resulta toda una novedad que invita a realizar análisis desde varios aspectos.
En términos comparados y solo para contextualizar la diferencia de tamaño, vale decir que nuestra economía (puesto 27) es aproximadamente el 3,1% de la economía estadounidense (puesto 1) y 22% si lo miramos en cuanto al PBI per cápita. Es decir hoy Argentina ocupa el lugar 50 y Estados Unidos el puesto 9 según dicha mensura.
Puesto en perspectiva; en 1913 nuestro PBI por habitante, siempre hablando en términos nominales, era equivalente el 71% del estadounidense. Y ocupábamos el 5to puesto del mismo ranking.
Vale decir también que naciones que estuvieron del lado de los perdedores en guerras mundiales, como Italia o Japón, hoy ocupan lugares mucho más relevantes en términos relativos que los que ocupaban a comienzos del siglo XX.
Los parámetros son variados pero en todos los casos la relevancia global de nuestro país, en términos relativos a disminuido fuertemente en el ultimo siglo. A partir de estos datos, podemos intentar suponer que el resto hizo algunas cosas que nosotros no hemos hecho, o derivar la responsabilidad de lo sucedido en los demás.
Podemos creer que hemos quedado a una distancia sideral de nuestro potencial de crecimiento porque fuimos elegidos como blanco de los ataques, especulaciones y conspiraciones del centro del poder mundial o podemos tratar de ver cuál es la parte que nos toca en esta historia.
Así como en los albores de la economía industrial, el mundo vive hoy un cambio de paradigma sin precedentes. Las formas en las que producimos y consumimos están cambiando a velocidades que no tienen registro histórico.
Esto configura una oportunidad sin precedentes para aquellos países que tomen el desafío y lo conviertan en progreso. El mundo que viene tendrá una configuración diferente, en la cual veremos cambios nunca vistos. Por citar un ejemplo, en la pirámide poblacional los mayores de 60 años pasaran de 901 millones a 2100 millones de personas solo entre 2015 y 2050 y los empleos, como lo conocemos hoy, se irán reconfigurado con la automatización de tareas que hoy son realizadas por personas.
El progreso tecnológico y la economía de las ideas son el paradigma sobre el que se basa un esquema que tiene en su trípode central en la tríada conformada por internet de las cosas, la nube y big data como ejes del cambio que se encuentra en curso.
No hay beneficio alguno para nuestro país que no esté en el marco del intercambio comercial, la cooperación internacional y la inversión en investigación y desarrollo. En el marco de la consolidación de un capitalismo nacional resulta determinante construir un sendero de crecimiento donde se privilegien los procesos que agregan valor y permiten competir en un mundo cada vez mas integrado.
La formación de capital humano, el fomento del ahorro como palanca de la inversión nacional, y la defensa de los derechos de propiedad, han sido claves en el desarrollo moderno. Estas ideas carecen de sesgo particular si las piensa desde una mirada de progreso.
Por el contrario, sobre la idea de sentirnos una país explotado, dominado y cooptado por la oligarquía local e internacional, solo hemos retrocedido en términos de desarrollo relativo.
De este modo, y sin abandonar la defensa del rol del estado, deberíamos pensar cómo proteger el empleo generando condiciones para que éste sea sustentable en el tiempo en base al valor que agrega y no a los privilegios de los que depende. Así, los empresarios locales deberían estar mas interesados en invertir e innovar antes que en replicar las prebendas que en el pasado garantizaron tasas de ganancias extraordinarias.
El camino del desarrollo tiene en la innovación su marca genética indiscutible, no hay avance posible si no extremamos los esfuerzos en fomentar la inversión en este aspecto. Cuidar aspectos que hacen a la propiedad intelectual de la cual deriva la rentabilidad de dicha inversión es uno de los temas mas ásperos para abordar en este sentido, pero no cabe duda que hay que darle una solución si se quiere convertir las intenciones en resultados. Todo ello sin abandonar la defensa del interés nacional en aspectos críticos como la salud, donde el debate debe ser profundo y maduro.
La llegada de Obama y su encuentro con el presidente Macri, nos deben invitar a reflexionar sobre cómo podemos subirnos nuevamente al tren del desarrollo, pensando el país de una vez por todas, con la vista puesta en el futuro antes que con la mirada depositada en el pasado, ya que esa estrategia, al menos a juzgar por el resultado acumulado en los últimos cien años, no ha sido fructífera para nuestro país.
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