Por Matías Tombolini La realidad económica es como el empate de Riquelme en el súperclásico: recobramos la calma, pero si no hacemos las cosas necesarias, podemos terminar con las manos vacías.
Por: Matías Tombolini - Especial para El Sol Online
Comenzar una nueva etapa siempre plantea un apasionante desafío. Para mí, el hecho de sumarme como columnista representa la oportunidad de establecer un contacto semanal con los lectores, desde un lugar particular.
Será un espacio donde el foco estará puesto en diversos ejes vinculados tanto con la realidad cotidiana, como con los grandes temas que carecen de una temporalidad estricta.
Entiendo este vínculo como un proceso en el que debemos aportar tanto quien escribe como quien lee. No está en mis planes situarme encima de la realidad para dar cátedras inútiles, sino, más bien, exponer mi mirada curiosa para intentar proponer nuevas preguntas antes que pretender encontrar viejas respuestas.
La invitación será a pensar, el desafío más importante será mantener los pies en la tierra, y la devolución más relevante será la crítica de quien lee.
El planteo de las cosas concretas tendrá su lugar determinado; no tiene sentido opinar sobre el rumbo de la economía a nivel nacional y olvidarnos de cómo podemos hacerle frente a la inflación con consejos prácticos. De este modo, en ocasiones vamos a abordar problemáticas como el ajuste económico del 2014 y, en otras, cuestiones tales como el camino del “consumidor inteligente y las estrategias para lograrlo”.
Por estos días hemos finalizado el primer trimestre, y en este punto se puede decir que fue un trimestre muy movido en materia económica. Arrancamos a comienzos de enero con regulaciones para la compra de osos de peluche en los sitios web chinos y terminamos aquel mes con la mayor devaluación de la década.
Poco a poco, el Gobierno nacional transita el camino de una ortodoxia tardía, comenzada en agosto del 2013, que se resume en una lista cada vez más extensa de medidas “tradicionales” por no decir ortodoxas clásicas. Esto es: aumento de la tasa de interés (el crédito es más caro), caída de la expansión de la base monetaria (imprimen billetes más despacio), deshielo del cepo para pequeños ahorristas, pago de juicios en el marco del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), arreglo con Repsol por YPF, acercamiento al Club de París, índice de precios más creíble, disminución de la retórica antimercado, desplazamiento de Guillermo Moreno de la Secretaría de Comercio Interior, búsqueda de retorno a los mercados de crédito internacional, aumento de tarifas de trasporte en Capital Federal y, lo último, ajuste fiscal hecho y derecho vía recorte (fuerte pero muy razonable por cierto) de subsidios, sobre todo en el área metropolitana de Buenos Aires.
Otro ajuste fiscal indirecto se descubre al ver cómo las jubilaciones se actualizan debajo de la inflación real, mientras que la Asignación Universal por Hijo pierde poder de compra día tras día. Hasta
aquí resulta llamativo cómo el tema de la política de ingresos no termina de hacer pie entre los anuncios oficiales de este año.
Vale decir que el plan Progresar sí representó un paso concreto en materia de políticas sociales pero fue lo único relevante. El Impuesto a las Ganancias no sufriría modificaciones en el corto plazo y se pretenden ajustes salariales por debajo de la inflación real, es decir, caída del poder de compra. De este modo, lo más potente para cuidar el bolsillo sería el programa Precios Cuidados, que, por el momento, tiene más publicidad que resultados. El resumen es el de siempre: las ganancias se administraron, mientras que las pérdidas se socializan.
Si tuviéramos que pensar el momento actual de nuestra economía, podríamos recordar el empate de Riquelme en el clásico River-Boca de hace unos días, es decir, recobramos la calma, pero si no hacemos las cosas necesarias, podemos terminar con las manos vacías.
El aporte que cada uno de nosotros formule desde su mirada particular será esencial a la hora de definir el país que viene en los próximos años. Somos un país con recursos naturales impensables en otros lugares de la tierra, con el yacimiento de Vaca Muerta tendremos que hacer el esfuerzo de construir con los enormes recursos que allí se encuentran, porque si de recursos se trata, podemos ser Noruega pero también podemos ser Nigeria: ambos tienen petróleo, y el camino que eligieron fue bien diferente. La cuestión pasa por tratar de mirar un poco más allá de la próxima elección y poner los ojos en la siguiente generación.
Cierro este primer contacto en el convencimiento pleno de que nada es absoluto en esta vida, que las posiciones irreductibles son las más necias y menos amigas del progreso, que la economía es una ciencia (¿lo es?) que nada tiene que ver con modelos lejanos a la gente, que los economistas somos expertos en explicar los fracasos del ayer antes que en construir los éxitos del futuro, que hay que darnos poca atención y que la mejor forma de hacer economía es viviendo la vida con sentido común sin ansiedades innecesarias, amando con pasión aquello que hacemos cada día, sabiendo que, a medida que aparecen las primeras canas, vamos entendiendo que es mucho más importante el camino que el punto de llegada.
Ese camino es el que te invito a recorrer de aquí en adelante.
Soy economista, consultor, docente universitario de la UBA y papá. Acá vas a poder encontrar una visión diferente en temas del ámbito económico, referidos a la realidad nacional, regional o internacional y algunas cositas mas. Con una mirada analítica académica y un lenguaje destinado no sólo a especialistas. Bienvenid@s a leerme y te invito a que comentes tus consultas, dudas y/o sugerencias.
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