martes, 6 de mayo de 2014

Para Diario el Sol de Mendoza - Más peligroso que ser necio es ser inútil

Por Matías Tombolini. Un gobierno no es una banda de amigos. Un gobierno debería ser algo más bien cotidiano, gris, habitual, orgánico, normal.



La función ejecutiva es, sin dudas, una de las tareas más difíciles que se pueden ejercer. Es ingrata por definición, ya que, cuando se administran intereses de la sociedad en su conjunto, estos son contradictorios

per se, lo cual implica que en la toma de decisiones siempre queda alguien descontento.


La búsqueda del bien común, la idea de progreso, implica de un modo u otro privilegiar sectores respecto de otros, en el entendimiento que dicha acción traerá a la postre mejoras en el desarrollo del conjunto.

Resolver entre eficiencia y equidad suele ser antipático pero forma parte del hecho de gobernar.

Como la toma de decisiones es un proceso complejo que deja heridas y enemigos, es lógico que quien gobierna durante un tiempo prolongado estime que las críticas dejan de ser el resultado de una evaluación objetiva (dentro de la subjetividad propia de los seres humanos) sino que responden en forma directa al juego de intereses y la vocación de conseguir el poder de quien es criticado; transformando la crítica en un elemento de lucha o hasta una acción disruptiva, en lugar de ser un aporte para buscar mejorar una situación determinada.

Es aquí donde podría ser entendible la necedad, la incapacidad de tomar elementos concretos de la crítica y utilizarlos como insumos de un proceso reflexivo cuya síntesis permita evolucionar, avanzar en un sentido positivo del paradigma político vigente para quien gobierna.

El problema es cuando lo que reina es la inoperancia, cuando la necedad galvaniza una posición y evita el diálogo interno de los mismos hacedores de política hacia el interior del Gobierno.

Aquí no se trata de fluidez del diálogo. Un gobierno no es una banda de amigos con buena onda, por más que algunas de las propuestas electorales fashion que vemos en estos días pretendan hacernos creer eso.

Un gobierno debería ser algo más bien cotidiano, gris, habitual, orgánico, normal.

Pueden no llevarse bien sus integrantes, pueden hablar poco, pueden no ser cool, pueden ser antipáticos, pero lo que no pueden ser es ineptos. Es decir, no pueden tratar de aplicar soluciones siempre iguales para problemas similares y esperar resultados diferentes. No pueden carecer de planificación de mediano plazo, no pueden mantener en vilo a la sociedad a la espera de cuál será la próxima medida, no pueden mentir con las estadísticas, no pueden presentar iniciativas que se contradicen con la siguiente sólo unos meses después. No pueden hacer un default energético y enojarse con las consecuencias sin evaluar su impacto en la vida del pueblo. No pueden justificar los fracasos en el accionar de terceros para volver a fracasar con la iniciativa siguiente.

Con la oposición pasa exactamente lo mismo, pero al revés, podríamos aceptar que sean necios, pero es inaceptable que nos quieran hacer creer que podemos discutir los grandes temas en debates televisivos de 15 minutos, entre gritos y chicanas. O que, con globos de colores, actos de diseño y sonrisas ultrablancas vamos a tener una alternativa seria para el desarrollo del país.

Hace unos días, por Cadena Nacional, tuvimos anuncios para todos los gustos. Claramente, en materia de Impuesto a las Ganancias, las noticias brillan por su ausencia; lo mismo que las noticias sobre las asignaciones universales así como familiares, por mencionar aspectos que nos involucran a todos y que siguen sin ser abordados.

Sin dudas que la refinanciación provincial es positiva y la defensa de industrias nacionales también lo es. Del mismo modo, debemos anotar en el activo los anuncios en materia de derechos laborales para el personal doméstico.

En el frente externo, desde comienzos de año, lo que vemos es una actitud de comportamiento “ortodoxo” en la búsqueda de retornar a los mercados internacionales que caracteriza esta etapa, al tiempo que el Gobierno dejó de lado la épica del desendeudamiento y la crítica a los países centrales.

Sin embargo, unos y otros hacen todo lo posible por no hacerse cargo de los problemas reales. Parece una constante de nuestro comportamiento como sociedad. Lo que nos pasa siempre es responsabilidad de un tercero, que, además, es maligno y sólo pretende perjudicarnos a nosotros.

Mientras todo esto sucede, la inflación sigue haciendo estragos en los bolsillos de los consumidores y restando competitividad a nuestra economía, al tiempo que no se ve una sola propuesta que exceda el tiempo televisivo de una entrevista.

Insisto, el problema no es que veamos que nos conducen necios, lo grave es que terminemos por caer en la cuenta de que son inútiles.

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