Parece mentira pero ya falta sólo una semana para que comience el otoño, y el color que domine la discusión económica en nuestro país no sea el cobrizo tono de las hojas que caen de los árboles con la llegada de la nueva estación sino el verde oscuro casi azulado del dólar.
El verano se despide con la divisa en el centro de la escena económica internacional. No importa cuál sea el tono de los billetes contra el que se la compare, la moneda estadounidense tomó un camino ascendente que la muestra con una fortaleza que no tenía desde hace años.
En ese contexto, vemos como resultado natural la caída del precio de las commodities dado que, si tenemos un dólar mas poderoso, “más caro”, por lo tanto necesitamos menos billetes para comprar, por ejemplo, una tonelada de soja o un barril de petróleo.
Si bien la relación no es estrictamente lineal, podemos coincidir en que parte de la explicación relativa al débil precio de los productos primarios es la contracara de un dólar fortalecido.
En esa línea, los ejemplos sobran en del mundo. Como consecuencia de un conjunto de factores tales como las sanciones económicas más la caída del precio del crudo, sobre finales del año pasado pudimos asistir a una devaluación del orden del 40% del rublo en la Rusia de Putin.
Esta semana, la novedad vino de la Unión Europea, más precisamente del Banco Central de Europa, que ya se encuentra en plena acción expansiva con su plan de compras de deuda masiva, tras el objetivo de evitar que la economía del Viejo Continente se encamine a una deflación peligrosa e incompatible con la salida del proceso de estancamiento que atraviesa.
El objetivo que persigue la entidad comandada por el italiano Mario Draghi es alentar cierto rebrote inflacionario (sí, leyó bien) buscando reactivar el crecimiento, tal y como hicieron la Reserva Federal estadounidense de Ben Bernanke y Janet Yellen, así como lo que realizó el mismísimo Banco de Inglaterra: ambos países tuvieron una estrategia monetaria ultraexpansiva que buscó sostener la expectativa de precios en alza que sostuviera un consumo que, por otro lado, estaba en riesgo por los ajustes que sufrieron ambas economías a la salida de la crisis financiera de 2009.
Vale aclarar que cuando nos referimos a estrategias que buscan generar una dinámica de variación positiva en los precios, tienen como objetivo que éstos se muevan en el orden del 2%/3% anual.
Entiendo que realizar comparaciones o paralelismos con lo que sucede aquí no merece la pena, aun cuando algunos sostengan la idea de que “un poco de inflación es bueno”; claro está que todo pasa por una cuestión de mensura...
Retornando a la cuestión estrictamente cambiaria, vale decir que el euro está prácticamente en una situación de paridad con el dólar, cuando hace poco tiempo se necesitaba US$ 1,4 por euro. Esta situación se enmarca dentro de récords históricos para las Bolsas alemana y francesa, lo que presagia una recuperación de las principales economías europeas, que en la actualidad muestran un comportamiento débil.
Este esquema de dólar fuerte tiene su efecto en las economías de la región, y es así que vemos cómo esta semana el Banco Central mexicano anunció que reducirá el ritmo de acumulación de reservas inyectando poco más de US$ 50 millones diarios durante el próximo trimestre a fin de brindar liquidez a un mercado que realmente la necesita, y tratando de moderar lo que ya es una fuerte depreciación del peso mexicano, que alcanza 15,4 unidades por dólar.
Situaciones similares se repiten a lo largo de la región con casos como el de Perú, que alcanzó valores que no se veían desde hace más de diez años. Pero lo más relevante para nuestra economía sigue siendo la situación del real brasileño, que continúa perdiendo valor, ubicándose cómodamente por encima de 3,1 reales por dólar, exhibiendo valores que tampoco se veían antes.
Mientras este proceso comenzó ya en octubre de 2014, en Argentina nuestra moneda se ha movido muy poco entre octubre y febrero, generando una relajación que afecta fuertemente la competitividad de todas las ramas de la economía.
Cuando miramos la performance de nuestro comercio exterior, vemos que Argentina, que supo ser el tercer exportador de la región, luego cedió ese lugar a Venezuela, que en 2014 registró exportaciones en el orden de US$ 80 mil millones; sin embargo, lo llamativo es que ni siquiera estamos cuartos, sino que ahora hemos cedido ese lugar a Chile, que con más de US$ 75 mil millones de exportaciones se ubicó por encima nuestro, que no logramos alcanzar los US$ 72 mil millones.
Si bien los rankings no suelen ser buenos consejeros para tomar decisiones de política económica, en este caso nos permiten entender las consecuencias del camino que eligió el Gobierno para controlar el avance de los precios: un dólar anclado, control del comercio exterior, ralentizando las importaciones, con su efecto conjunto sobre las exportaciones y, como consecuencia de ello, una pronunciada caída en el nivel de actividad económica.
Con todo ello, el BCRA que comanda Alejandro Vanoli debió salir a vender divisas para contener la cotización, dado que la presión aumentó fuertemente en las últimas jornadas, De hecho, las ventas en marzo se ubican cerca de los US$ 300 millones, y la divisa ya se desliza a un ritmo más acelerado que en los últimos meses.
Vale decir que la situación de las tasas de interés es el otro elemento a seguir de cerca, dado que, en la medida en que no resulten atractivas para los inversores, serán un elemento que ponga más presión sobre el billete verde.
George Soros, el financista que también fue un hábil especulador bursátil y hoy es filántropo, con quien la presidenta se juntó el año pasado, en 1992 llevó adelante un ataque especulativo contra la libra inglesa que le dejó un rédito en aquel momento de más de mil millones de dólares, y forzó la devaluación de aquella moneda. Su frase de cabecera en ese caso y otros tantos que lo tuvieron como protagonista en el mundo de las finanzas especulativas internacionales siempre ha sido la misma: “Encuentra una tendencia cuya premisa sea falsa, y apuesta tu dinero contra ella...”. Cabe preguntarse, entonces: ¿qué haría, si pudiese, el magnate húngaro-estadounidense en la Argentina?
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