Terminó el verano hace solo unos días y en nuestro país en lugar de ver como baja la temperatura de la mano de las hojas color café con leche que tapizan las calles, vemos cómo los termómetros de la política vernácula parecen ir contra las estaciones del hemisferio sur.
Poco a poco se van conociendo aspectos puntuales o medidas que tomarían los diferentes candidatos que se perfilan con mas chances de cara al proceso electoral de octubre.
Por alguna razón que parece hipnotizar a dirigentes y asesores de imagen, todos terminan tentados por caer en una guerra de consignas antes que en una confrontación de conceptos. Probablemente esto tenga que ver con la necesidad de ubicarse en el centro del debate público. Con la idea de convertirse en proveedores de soluciones a problemas que aparecen como concretos en la vida de muchos argentinos. Todo ello sobre la base de liderazgos fuertes, que resultarían necesarios para llevar adelante transformaciones profundas en cortos períodos de tiempo y sin que eso implique costos para el conjunto del pueblo.
Este es el caso de la eliminación de ganancias sin una idea concreta de como se recompondría la pérdida de recursos fiscales derivada de tal política, o la eliminación inmediata del cepo sin el desarrollo conceptual sobre el que se basaría tal medida en veinticuatro horas de gobierno. Solo por citar dos de las políticas que llevarían adelante candidatos opositores muy bien posicionados en las encuestas.
Lo relevante es que anunciadas en forma aislada, las medidas aparecen solo en su aspecto positivo, lo cual no es cierto totalmente. Como decimos los economistas, "no existe tal cosa como una cena gratis". Toda medida de política económica que se implemente tendrá su costo, contante y sonante. Ese debería ser uno de los ejes de debate en las elecciones por venir.
Hoy vivimos en una fantasía comparable a la convertibilidad de los años noventa, solo que en lugar de un dólar en paridad con el peso, tenemos tarifas de energía y transporte que presentan enormes distorsiones respecto del interior del país, y mucho más grandes si las comparamos con nuestros vecinos como Uruguay o Chile.
¿Cuál será el valor del boleto de colectivo? ¿Cómo quedarán las tarifas de luz, gas y agua en capital y GBA? ¿Sobre qué base se asentara el ajuste del gasto que pregonan candidatos y referentes económicos?
Hace una semana tuvo lugar en un hotel coqueto de Puerto Madero la Expo EFI, una exposición y congreso de economía argentina que en su tercera edición convocó a los principales especialistas en la materia. Por allí pasaron economistas de todos los colores y escuelas. En general la gran mayoría coincidió en aspectos del diagnóstico como el peso de los subsidios sobre el total del gasto, la presión fiscal creciente, el retraso cambiario y el correspondiente aumento del costo laboral en dólares respecto de nuestros principales competidores sin una mejora contundente en la productividad, la imposibilidad de acceso a los mercados de crédito internacional y las consecuencias concretas del cepo como la caída en la llegada inversión extranjera, así como la débil composición de las reservas del BCRA, entre otros puntos salientes.
Luego, a la hora de mostrar los caminos para salir, la cuestión se puso bastante más borrosa. Promesas de atracción de inversiones multimillonarias, ajustes de tipo de cambio sin mayores consecuencias de la mano del "aumento de la confianza", ajustes del gasto sin demasiado detalle de cómo y cuáles serán las variables a ajustar.
De este modo parece difícil sopesar la viabilidad de los caminos ofrecidos, ya que propuestas flojas de papeles, terminan transformándose en espejos de colores. Algo parecido a lo que ofrecen los candidatos oficialistas, que también son expertos en sumar consignas pero siguen sin ser específicos sobre el curso de acción a tomar para corregir el rumbo de nuestra economía.
Unos y otros coinciden en que algo hay que hacer, toda vez que al observar el crecimiento del PBI local de los últimos tres años sumados, amargamente arañamos la mitad del informado en 2011.
Lo cierto, es que el contexto que tenemos por delante será aquel donde los países emergentes deberán enfrentar restricciones mucho mas severas que las que brindó la realidad en los últimos doce años.
Si la justificación para el magro rendimiento económico del último trienio es que el "mundo se nos cayo encima", parece muy difícil suponer cual será la batería de excusas para lo que viene.
El panorama en este sentido es mucho mas áspero que entonces, tasas en estados unidos subiendo, dólar fortalecido, commodities en baja, Europa exportando su intento de reactivación de la mano de una emisión portentosa y una devaluación evidente y China enfrentando nubarrones cada vez mas peligrosos que podrían poner un paréntesis en su elevada tasa de crecimiento.
Allí, en ese planeta, deberá gobernar la próxima gestión. De poco servirá la vana auto justificación de los problemas del "afuera" ya que si todo lo que tenemos para pedirle a nuestros dirigentes es que nos encomendemos a la suerte del resto del mundo para que nos vaya un poco mejor entonces en lugar de votar con conciencia lo mejor sería saber a cual de ellos les va mejor en el casino.
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