El Cronista
El fútbol argentino, ha tenido dos directores técnicos que nos llevaron a lo más alto que se puede aspirar en un campeonato mundial, César Luis Menotti, y Carlos Salvador Bilardo. Ambos mentores de sendas escuelas marcadamente diferentes. Ofensivo el primero, lírico y cultor de frases como "El gol debe ser un pase a la red". En tanto que el segundo resulta calculador, obsesivo y resultadista al extremo, ha tenido frases como "Pisalo, Pisalo, que carajo me importa el adversario, los nuestros son los de colorado".
De un modo u otro, ambos fueron campeones del mundo y demostraron que ambas concepciones pueden obtener victorias determinantes. Sucede que no siempre aplicar la misma idea genera los mismos resultados, lo que cambia es el contexto y por eso el desarrollo tanto de un equipo como de un país está enfrentado con la soberbia de aquellos que suponen que ideas exitosas de otrora pueden ser aplicadas, sin más, independientemente del resto de las variables con las que interactúan.
El debate por el valor de equilibro que debería tener el tipo de cambio en nuestro país forma parte de la retórica cotidiana. Unos y otros brindamos argumentos sobre la conveniencia o no de mover la cotización del dólar.
En tiempos donde la comunicación se caracteriza por la abundancia de frases contundentes o consignas rimbombantes antes que el desarrollo profundo de marcos conceptuales, resulta todo un desafío formularnos algunas preguntas respecto del dólar.
Aquí vale decir que como en muchos órdenes de la vida, algunas acciones se toman buscando que se transformen en causas de cierto curso de hechos posteriores, y otras se toman como consecuencia del curso de acontecimientos que ya sucedieron, para evitar que dichos sucesos terminen generando consecuencias nefastas.
Hoy Argentina se encuentra inmersa en un escenario bien diferente del que reinaba hace 18 meses y completamente distinto del vigente durante el promedio década 2003-2013. Commodities en un nuevo nivel de precios, China redefiniendo su perfil y con su economía ralentizada, Brasil en recesión y con expectativa de seguir así hasta fines de 2016, y Estados Unidos que más temprano que tarde terminará subiendo la tasa de interés con el consecuente aumento del costo del dinero y la salida de capitales de los países emergentes.
Conclusión: lo que le vendemos al mundo es más barato que antes y así va a seguir por un buen tiempo. Dada esta situación, el desafío más relevante es mejorar la productividad de nuestra economía de modo que podamos ver una mejora en los salarios que venga de la mano del valor agregado antes que los mejores precios internacionales de los productos primarios.
Con independencia de la cotización del euro, Alemania paga mejores salarios que España y ambos están en la zona euro ¿Por qué?, entre varias razones, una tiene que ver con el hecho que los alemanes son más productivos que los españoles y eso permite que retribuyan mejor a los factores del capital.
La mejora de la productividad, es importante entender que es un objetivo al cual llegar no desde donde partir. Pues para mejorar las condiciones en las que producimos debemos invertir primero, y para invertir antes debemos generar condiciones de ahorro que un escenario inflacionario desalienta y un tipo de cambio retrasado desincentiva.
En materia de devaluación vale entonces preguntarse, si el camino de la mejora en la productividad es largo y áspero ¿se puede devaluar para mejorar los términos de intercambio? Y la respuesta es no, nada indica que una devaluación que busque como objetivo exportar más, vaya a tener buenos resultados.
Sucede que esa no es la única pregunta, ya que si bien no tiene sentido devaluar para lograr una mejora, sí tiene sentido devaluar porque lo que hay son peores condiciones relativas. Es decir un ajuste del tipo de cambio no como una estrategia permanente sino como la adaptación a un contexto que hoy indica que entran menos dólares y sobran los pesos, de modo que deberíamos tratar de no exportar menos, lo cual terminará sucediendo si el dólar se sigue retrasando respecto de nuestros clientes/competidores.
Si fuera fútbol y Bilardo estuviera jugando la final del mundial, perdiendo dos a cero, y faltando 30 minutos. Qué convendría ¿seguir especulando o lanzarse a la ofensiva sabiendo que se corren riesgos pero más riesgos se asumen si se profundiza un esquema que no esta dando resultados?
Si por otro lado Menotti fuera ganando por un gol de diferencia, ¿tendría sentido sentido jugar al limite ofensivo cuando se sabe que el otro equipo buscará el empate sin importar los costos que esto le pueda llevar?
En resumen, con el dólar como con el fútbol, o cualquier otra actividad humana, antes que aferrarse a dogmas retóricos arcaicos, seria mucho mejor esforzarnos para formularnos nuevas preguntas, sobre todo aquellos que creen haber encontrado todas las respuestas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario